La soledad elegida

Soledad Elegida

La soledad, así sin más, tiene mala prensa. Se asocia a malestar físico, psicológico y social: Dolencias médicas, ansiedad, depresión, adicciones, sentimiento de vacío, aislamiento y estigma social. Es cierto que cuando la soledad viene impuesta por las circunstancias adversas de la vida, unidas a problemas médicos de salud y a una escasa o nula red de apoyo familiar y social, la soledad no deja de ser un problema en sí misma, además de un factor que agrava el pronóstico de cualquier otro problema que podamos tener.

Por contra, cuando la soledad es elegida como una decisión consciente y voluntaria de tomar perspectiva de las cosas, de distanciarnos del ruido que hay fuera y dentro de nuestras cabezas, se puede convertir en una fuente de bendición en nuestras vidas. La soledad elegida es así el tesoro escondido tras la tribulación, cuando bajo el peso del dolor y de las adversidades, se convierte en la llave que abre la puerta al autoconocimiento y a la aceptación, reconectando con la vida, con lo que de verdad importa.

La soledad elegida nos enfrenta a nosotros mismos, rompiendo el círculo del materialismo y hedonismo que nos impone la sociedad de consumo como un parche a nuestro malestar, iniciando así un proceso de cambio genuino de dentro hacia fuera, por el que aprendemos de forma progresiva a estar con los demás de forma más auténtica en la medida en que aprendemos a estar a solas con nosotros mismos.

Para las personas que ingresan en Betel dentro del programa residencial, la soledad es una experiencia común, primero impuesta por las adicciones y exclusión social que alejan de sus vidas a familiares, amigos y compañeros de trabajo, y más tarde una soledad elegida al ingresar en una casa de acogida en la que conviven personas que, a pesar de tener una problemática común, no se conocen entre sí.

No obstante, el ingreso en las casas de acogida de Asociación Betel constituye una oportunidad muy valiosa para que personas con profundas heridas de rechazo, culpabilidad, vergüenza, inutilidad y fracaso, puedan reconstruir sus vidas formando vínculos afectivos de ayuda mutua a través del acompañamiento de otros residentes tras una prolongada estancia en el centro, de tal forma que aprendiendo a convivir con los demás, puedan afrontar y sanar sus propias heridas emocionales.