Historias de Betel

Enrique y Socorro

La historia de Enrique

Ingresé en Betel porque tenía un problema de drogodependencia, aquí realicé mi rehabilitación, fue en el año 90. Me quedé unos 3 años y llegué a ser monitor responsable. Nunca volví a consumir.

Veintidós años después, con 55 años, me encontraba en una situación económica y familiar muy complicada: Ruptura de pareja, sentimiento de fracaso y sin trabajo. Intenté salir adelante pero no pude soportar más. 

Volví a Betel buscando una salida, era la primavera de 2015, aquí encontré ayuda, pero en mi interior no dejaba de preguntarme, “¿por qué estoy aquí?”, Hasta que un día comprendí que había un propósito para mi vida.

Al año siguiente viajé de Madrid a México como voluntario de Betel. Allí conocí a mi amada esposa en 2017. Hace cinco años que estamos casados.

Actualmente dirigimos el Centro de Betel Almería. A veces echo la vista atrás y veo que puedo resumir mi vida, en una palabra: agradecimiento.  Este año y medio en Almería hemos podido ver la mano de Dios de una manera tangible. Sentimos que podemos vivir conforme a la voluntad de Dios.

Quiero animar a la gente a no perder la esperanza y creo que no hay nada más gratificante que poder ayudar a otros a salir de donde tú estabas también.

La historia de Socorro

Conocí a Enrique un día que vino a mi iglesia en Veracruz, México, para presentar la obra social de Betel. Más tarde me invitaron a venir a España como voluntaria a la casa de mujeres de Betel Madrid. Como hija de un padre alcohólico, había vivido la tragedia de la adicción. Él no pudo recibir ayuda porque no existían centros de rehabilitación en el lugar donde vivía. 

Justo antes de salir de México, Enrique me pidió matrimonio. Nos casamos en 2018 y nuestros 5 años de matrimonio han sido intensos, enfrentando grandes cambios, pero en todo momento nos hemos mantenido muy unidos. 

Desde que llegamos a Almería, sentimos que es el lugar donde Dios nos quiere ahora. Vemos a los chicos como familia, queremos lo mejor para ellos y nos damos cuenta de que vale la pena esforzarse por ellos. Hemos caminado por fe y hasta aquí Dios nos ha sostenido.

Kike y Coco