Rompiendo el estereotipo de las personas sin hogar

Si queremos ayudar eficazmente al colectivo de personas sin hogar, hay que abrir la mente a nuevas formas de este grave problema que no se corresponden con la forma tradicional de personas que viven en la calle entre cartones, debajo de unos soportales o debajo de un puente: hablamos de las viviendas inestables y/o inseguras.

En efecto, las personas sin hogar son todas aquellas personas que, sin estar en situación de calle, están alojadas en viviendas inestables, con graves problemas de impago de alquiler o hipoteca, o con falta de suministros básicos, tales como agua, electricidad o gas, y que tienen que elegir qué pagan con sus escasos recursos, si el alojamiento, los suministros, los alimentos o los tratamientos médicos, porque no pueden afrontar todos los gastos, por básicos que sean.

Pero personas sin hogar también son todas aquellas que, aun residiendo en viviendas estables, son viviendas muy deterioradas o en estado ruinoso, o viviendas en buen estado pero en las que se sufren diversas formas de violencia, lo que convierte a la vivienda en un lugar del todo inseguro. También son personas sin hogar, a pesar de tener un techo, porque en verdad carecen de un lugar seguro de refugio.

Por tanto, no se trata de personas sin hogar al modo de la pobreza tradicional más excluida, sino de personas vulnerables en situación precaria, y cuya cifra no ha dejado de crecer tras los efectos acumulados de la crisis económica de 2008 y de la pandemia de 2020.

"No se trata de personas sin hogar al modo de la pobreza tradicional más excluida, sino de personas vulnerables en situación precaria"