Aporofobia: el estigma de las personas sin hogar

En 2017 se incorpora al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua una
nueva palabra: aporofobia. Una palabra acuñada en la década de los años 1990 por la
filósofa, catedrática de universidad y escritora Adela Cortina, y que viene a significar:
Del gr. ἄπορος áporos: carente de recursos y –fobia: miedo, rechazo o aversión.
1. f. cult. Fobia a las personas pobres o desfavorecidas.

Este miedo, rechazo o aversión a la persona carente de recursos, se manifiesta en su
estigmatización social, tratando a todos los individuos marcados por los signos
externos comunes a la carencia de recursos, como individuos pertenecientes a una
misma categoría, tratando más con la categoría que con las personas, diferentes unas
de otras, cada una con su propia historia de vida.

Pero en repuesta al estigma social, aun hay personas carentes de recursos sin hogar
que llevan de un lado a otro sus pertenencias más valiosas en un carro de
supermercado, que acuden a los baños públicos a asearse y a los roperos y
comedores sociales de las ONGs a vestirse y alimentarse. Que se empadronan en
domicilios de empadronamiento colectivo de entidades públicas y privadas de acción
social para no perder sus derechos básicos, y que acceden a los servicios públicos
asistenciales, al Ingreso Mínimo Vital (IMV), a la Pensión No Contributiva (PNC) y al
derecho al voto. Excluidas pero no marginadas, y que la calle aun no ha terminado de
arrebatar su dignidad como personas.

En respuesta a esta dolorosa situación de exclusión social, Asociación Betel atendió
durante el pasado año 2020 en su Residencia de Mujeres de Torrelodones a 12
personas que estaban o habían estado en situación de calle por un tiempo prolongado,
siendo un 50% del total de las mujeres beneficiarias de la residencia. En apoyo a esta
labor, la Consejería de Políticas Sociales, Familias, Igualdad y Natalidad de la
Comunidad de Madrid concedió a Asociación Betel una subvención a cargo del 0.7%
del IRPF 2019 destinado a fines sociales.

Tratemos por tanto a las personas sin hogar con el máximo respeto, haciendo un
ejercicio de empatía social, de entender que su situación no responde a los
estereotipos del estigma social, haciéndoles culpables de su propio infortunio por
inadaptados. En verdad, nosotros mismos y la gran mayoría de las personas de
nuestro entorno, vivimos a un paso de la exclusión social, si tenemos la desventura de
encadenar en poco tiempo (pongamos dos años) sucesivas pérdidas de salud y
empleo por una grave enfermedad incapacitante, de vivienda por impago de hipoteca
o alquiler, y por último, de ruptura familiar. Si a esto le sumamos que con
frecuencia se añade el abuso de alcohol y otras sustancias tóxicas para soportar el
dolor físico y/o emocional que esta sucesión de pérdidas produce, tenemos un alto
riesgo de pasar en tan solo dos años de estar plenamente integrados en la sociedad a
vivir solos en situación de calle, de ser también nosotros personas carentes de
recursos sin hogar y de sufrir aporofobia. No lo olvidemos.
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Francisco Gómez Moreno. Psicólogo del Equipo Técnico de Asociación Betel