
Uno de los valores de Asociación Betel es la defensa de la dignidad humana, facilitando que las personas acogidas en situación o riesgo de exclusión y marginación social tengan la oportunidad de reconstruir su autoestima ingresando en casas de acogida seguras y estables, en un entorno libre de drogas, estableciendo rutinas que permitan llevar una vida ordenada y saludable, y recibiendo apoyo socioafectivo de los residentes a través del acompañamiento, facilitando el acceso a la atención profesional bajo la supervisión de la dirección del centro.
Porque cuando la sociedad muestra menosprecio, la persona excluida puede entrar en una espiral de marginación, asumiendo el rol de la invisibilidad e invalidándose a sí misma. En efecto, se cae en una espiral de exclusión y marginación social, abandonándose y aislándose del entorno, evadiéndose de los problemas y perdiendo el sentimiento de dignidad, refugiándose en el consumo de sustancias.
Pero ¿Qué es la dignidad? La dignidad es la cualidad de tratar a los demás y a nosotros mismos como personas diferentes unos de otros, no como copias replicables, no haciendo valoraciones superficiales en base a las apariencias externas. Es por tanto una cualidad intrínseca e invariable al ser humano, de tal modo que cuando perdemos facultades al enfermar o envejecer, no perdemos un ápice de esa dignidad.
Pero si no sabemos que tenemos dignidad como una cualidad intrínseca, de alguna manera no la tenemos. No porque necesitemos la validación de los demás para ser dignos, sino porque somos seres sociales y nuestra identidad individual se construye a través de la mirada de otros: ¿Cómo puede entonces amarse a sí misma una persona que no ha sido amada?
La dignidad funciona de manera similar. Es dar la oportunidad a los demás y a nosotros mismos de afrontar las dificultades, problemas y crisis, sanando y reconstruyendo conexiones rotas con el entorno y con uno mismo. Es levantarse de la cama y prepararse para el día que viene por delante sacando una sonrisa, no para convencer a los demás de que merecemos ser amados, sino porque ya lo somos, porque somos dignos.
"¿Cómo puede entonces amarse a sí misma una persona que no ha sido amada?"